Antes de nada quiero agradecer a
mis compañeras y compañero que me hayan permitido participar en su blog, espero
hacerlo lo más dignamente posible.
El reto es grande ya que hablar
de una temática libre es mucho más complicado de lo que parece. Pero, tras
haber reflexionado sobre los diversos temas que podÃa abordar, relacionados
siempre con nuestra profesión presente o futura como orientadores/as, me he
decantado por hacer una especie de reflexión, espero no demasiado polémica,
sobre las distintas titulaciones que dan acceso a la misma. Empiezo con algo de
historia:
Esta
se remonta a 1978, año en el que se creó el Instituto Nacional de Empleo, que entre
sus funciones tiene la de ayudar a los trabajadores a encontrar empleo.
Dos
años después, en 1980, la Ley Básica de Empleo habla ya de crear programas
especÃficos destinados a fomentar la colocación de trabajadores con dificultades
de inserción.
En
1994 se publica la Orden 68/90 de 9 de marzo, en la que se habla de “concesión
de ayudas para la realización de acciones de información profesional, orientación
profesional y búsqueda activa de empleo”, con el objeto de que sean otras
las entidades que lleven a cabo esta labor. La norma también requiere la
existencia de expertos para las acciones a desarrollar con los
desempleados. Podemos considerar éste momento como punto de partida de la posterior y
paulatina configuración de la figura del Orientador Laboral. En este
mismo año la Clasificación Nacional de Ocupaciones del INEM recoge ya la
ocupación de Orientador Profesional para la Inserción.
En
1995 se crean los Servicios Integrados para el Empleo (S.I.P.E.), desarrollados
por entidades tanto públicas (entre ellas muchos ayuntamientos) como privadas
sin ánimo de lucro, en el marco de convenios de colaboración con el INEM. En su
normativa se establece que cada convenio determinará los perfiles profesionales
de las personas que impartan las acciones de orientación. Esto
ocasionó, entre otros motivos, que actualmente existan tantas denominaciones
para referirse a lo mismo: los profesionales de la Orientación Laboral.
En
parte siguiendo directrices de la Unión Europea, la tendencia es que la gestión
de los servicios públicos que prestan orientación profesional se descentralice.
AsÃ, las Entidades Locales llevan ya varios años creando “servicios locales de
empleo”, mantenidos en gran parte con subvenciones del INEM, Comunidades
Autónomas y Fondo Social Europeo.
Mediante el
Decreto 289/1997, de 9 de octubre, se asumieron por parte de la Comunidad
Autónoma de Galicia las funciones y servicios transferidos por la
Administración del Estado relativos a la gestión realizada por el Instituto
Nacional de Empleo en el ámbito del trabajo, el empleo y la formación.
Transcurrida esta breve sesión de historia, que no es plan de aburrir,
observamos que tras 20 años poco o más bien nada se ha evolucionado en
lo que respecta a la regulación de nuestra profesión, a parte, de incluirse
esta en la Clasificación
Nacional de Ocupaciones.
Cuando se empezó con esto de la
orientación, el único requisito para poder ser orientador/a laboral, si no me
equivoco, era tener una titulación superior y poco más, a dÃa de hoy continúa
siendo igual. Es por ello que accedieron a estos puestos, especialmente al
principio, gente que a pesar de tener esa titulación superior, poco o nada
sabÃan sobre el mundo laboral o social. Con el paso del tiempo esos y esas
primeros/as orientadores/as se fueron formando y continuaron desempeñando su
labor, unos con mayor éxito que otros.
Cuando leemos los requisitos fijados
por la orden de la ConsellerÃa de Traballo e Benestar para acceder a puestos de
orientadores/as podemos comprobar que todo sigue prácticamente igual. Eso sÃ,
se da una mayor puntuación a unas titulaciones que a otras en función de lo que
parece su afinidad con el puesto. De todos modos hubiera sido lógico que con el
transcurso de los años se hubiera ido exigiendo al personal que accedÃa a estos puestos una formación
lo más acorde posible y no cualquiera. Es por ello que da la impresión de que
se produce un menosprecio hacia nuestra labor.
Lo que está claro es que, partiendo
de la base de que no existe una formación reglada especÃfica para el ejercicio
de la profesión, resultarÃa lógico que, al menos, sólo se tuviesen en cuenta
aquellas titulaciones relacionadas, en uno u otro sentido, con el puesto. Si
para ser ejercer como enfermero, ingeniero, maestro, peluquero, soldador, etc, se exige tener una concreta formación, ¿porqué
para ser orientador/a sirve cualquiera? .
Vaya por delante que soy de las
personas que piensan que todo se aprende y que la experiencia, como muy bien se
dice, es un grado. Pero ya va siendo hora de que se dé a nuestra profesión la
importancia que realmente tiene y que la gente que accede a este tipo de
puestos lo haga por vocación.
HabrÃa otros muchos
factores/actitudes a tener en cuenta, incluso más importantes que una
titulación académica especÃfica, pero estos/as serÃan mucho más difÃciles de
evaluar, aunque en la medida de lo posible si deberÃa hacerse. Entre ellas se encontrarÃan las habilidades comunicativas
y sociales, la empatÃa, el saber escuchar y transmitir, el tener capacidad y habilidad
para motivar, etc.
Con mi exposición no quiero
generar controversia, sólo quiero reivindicar la importancia de los y las profesionales de la orientación laboral. Ya es hora de que se establezca qué titulaciones son más acordes al puesto y una vez hecho esto, se nos ofrezca la
posibilidad de especializarnos o bien se incluya esta especialización en las respectivas titulaciones.
Totalmente de acuerdo Lidia ;)
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